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Mi introducción en el mundo teatral ha sido paulatino en sus inicios pero insaciable en estos últimos años. Proveniente del mundo del ilusionismo busqué en la dirección de escena completar mis conocimientos acerca del escenario, del desarrollo dramático, la estructura… intentando encontrar nuevos lenguajes que completasen el ya conocido. Pero la transformación sucedió a la inversa y el teatro me acabo atrapando para ya no soltarme. Imagino que sería por la magia. La del teatro, claro. Esta mezcla, a su vez, permitió imaginar un teatro sin ningún tipo de limitaciones, donde todo es posible.

 

Para completar esa transformación me matriculé en la RESAD obteniendo título y formación y así continuar comiendo terreno con hambre voraz. Continuando el desarrollo con grandes maestros de ayer y hoy como Marcelo Díaz, David Ojeda, Carlota Ferrer, Sanchís Sinisterra…

 

En cuanto a los proyectos estrenados he de decir que en la variedad está no solo el gusto si no el aprendizaje constante; lo que abarca desde el monólogo hasta una obra coral de más de 15 personajes en escena y de la comedia a la tragedia poética. Enfrentarte a nuevos retos te hará crecer y, por ello, el gusto ecléctico por las obras a estrenar, pero todas con una misma característica: una fe clara donde la potencia teatral resida en el poder catártico y purificador del verbo.

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